Todos hemos callejeado por el Barrio Gótico de Barcelona alguna vez, y muchos se han sentido atraídos por una de las calles más golosas; la carismática Calle Petritxol, también conocida por muchos como la calle del chocolate. Así que amantes del chocolate ¿Por qué no descubrimos su historia escondida?
La calle Petritxol es uno de los lugares más conocidos para tomar un tradicional chocolate deshecho, y el lugar más histórico. Todos los barceloneses han estado allí, y la mayoría recuerda esta calle como uno de sus lugares favoritos para degustar un delicioso tazón de chocolate con churros.
La primera referencia que encontramos sobre la calle Petritxol data de 1292, tratándose de una pequeña calle sin salida. Años más tarde, nuestra protagonista pasó a ser una de las primeras calles íntegramente peatonales de la ciudad de Barcelona.
Pero, ¿En qué momento se endulzó esta calle?
Existen diferentes versiones del pasado e historia de esta calle tan particular, pero existe una leyenda que ha llegado hasta la actualidad. Según ICONO Barcelona Cultural Services , la leyenda es la siguiente:
Allá por el año 800, durante el dominio musulmán sobre Barcelona, solo existía una pequeña iglesia abierta para los cristianos; la iglesia del Pi. En ella, daba la misa un viejo sacerdote, el único clérigo que quedaba en Barcelona. Cuenta la leyenda que un día después de misa, este fue a sacar agua del pozo para lavar el cáliz, cuando encontró un cofre lleno de monedas de oro. Volvió a tirar la cuerda con el garfio y volvió a sacar un cofre lleno de oro.
El anciano cura decidió emplear el dinero en ayudar a todos aquellos feligreses que para acudir a la parroquia debían dar un gran rodeo para llegar, ya que se consideraba que el camino más corto era solo para los no infieles.
El sacerdote se presentó al emir para reclamar un camino más fácil para sus feligreses, e insistiendo en que este le vendiera la calle que iba desde la muralla hasta su iglesia. A lo que el emir respondió que nunca tendría tanto dinero, pero que si conseguía cubrir el suelo de monedas de oro, desde la Portaferrissa hasta la Iglesia del Pi sería toda suya.
El anciano empezó a sacar cofres llenos de monedas de oro y a esparcirlas por el suelo. Aunque el dinero no llegó hasta el final, el emir, que no quería perder tan buen negocio, le cedió la calle y mandó abrir un portillo en la muralla, cerca de la Portaferrissa. Portillo que dio nombre a la calle, una calle conocida como Petritxol o Portixol.
Con el paso del tiempo la calle se llenó de talleres de diferentes oficios, y los obreros aprovechaban sus ratos libres para organizar fiestas en una de las casas de la calle. Las crónicas de la época empezaron a hablar de que “el bullicio de la calle Petritxol era mejor en cuanto a la música y la concurrencia”.
Poco a poco, la Rambla se estableció como atracción de la ciudad, y la calle Petritxol aumentó su actividad económica: escultores, pintores, músicos, escritores, carpinteros, e incluso una posada secreta; que se establecieron en la actual Casa Parés. Y en los siglos XVII y XVIII aparecieron las primeras chocolaterías, un negocio que ha perdurado hasta hoy en día y que es uno de los signos de identidad de la calle. Las chocolaterías deben parte de su fama a las diferentes galerías de arte, como Casa Parés, ya que antiguamente la gente se paraba después de visitarlas en alguna de las chocolaterías más conocidas para merendar.
Además, durante esos años se popularizó la nata y el requesón, que llegaban desde Pedralbes, y era elaborado por las monjas de aquel monasterio con almendras. Serafina dels Matons regentaba una pequeña tiendecita llamada La Cullera Grossa en Portaferrissa y fue una de las pioneras del dulzor de aquella calle. No fue sino, la pastelería de Cal Mallorquí la que a finales del siglo XIX puso de moda los merengues y la costumbre dominical del tortel y el brazo de gitano.
Petrixol, el carrer d'olor a xocolata.
Desde entonces, las churrerías endulzan la vida de las miles de personas que se detienen año tras año a degustar un tazón de chocolate caliente y a disfrutar de las curiosidades de esta distinguida calle:
En el número 4 de Petritxol vivió el escritor, poeta y dramaturgo Ángel Guimerá.
En el número 5 de esta calle, en la Sala Parés, Picasso expuso por primera vez su obra. El resultado, por cierto y como poco, dejó algo que desear.
La primera asociación de vecinos de Barcelona fue fundada en esta calle en 1947, justo igual que nuestra querida Granja La Pallaresa, ¿coincidencia?
Se encuentra la primera galería de arte de todo España.
Estos templos de peregrinaje para los amantes del chocolate perduran desde hace muchos años, entre ellos destaca Granja La Pallaresa, uno de los locales más dulces y tradicionales desde 1947.
¡Te invitamos a descubrir la dulzura que se esconde en esta histórica calle a manos de su representación más pura: La Pallaresa!
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